Aprovechando que llegó la canícula del verano, he aquí que me he ido al Distrito de los Lagos (Lake District), en el condado inglés de Cumbria, para refrescar y practicar mi inglés. He pasado los frescos días ingleses sumergido en las aguas refrescantes de la cultura, de la vida cotidiana británica, de la conversación informal con los ocasionales amigos del verano. También han sido días de montañismo y de fotografía, dos de las aficiones que en mi espacio vital no conocen fronteras ni idiomas.
Esta región predominantemente rural del noroeste de Inglaterra, al norte de Liverpool y justo al al sur de Escocia, es famosa por sus lagos y montañas (llamadas fells). Es una zona de una belleza natural excepcional por su impresionante paisaje, único en todo el Reino Unido. Las granjas, las colinas y los asentamientos le añaden al paisaje natural un notable valor estético.
Windermere
Esta apacible localidad, construida alrededor de la estación de tren, a 2 km del lago que lleva su nombre, es la «base de operaciones» perfecta para explorar a pie esta sensacional región. Igual que los pueblos vecinos, Windermere conserva su estilo medieval y es un lugar ideal para disfrutar de unas vacaciones frescas y sosegadas.
Un corto paseo hacia el norte conduce a Orrest Head, un mirador excepcional sobre el lago Windermere y las montañas vecinas.
Ambleside
Ambleside es otro punto de partida idóneo para explorar el Distrito de los Lagos. Aunque su historia se remonta a tiempos de los romanos, se trata de un pueblo mayoritariamente victoriano, hoy convertido en un importante centro turístico, con numerosas tiendas, hoteles y restaurantes.
El lago Windermere termina, al norte, en su agradable bahía, repleta de barcos, cafeterías y puestos de comida para patos y cisnes. Durante todo el año parten de allí barcos de vapor en dirección a Bowness-on-Windermere, otro puerto muy animado y característico.
Hawkshead
Mi primera travesía a pie por esta región me condujo a este precioso pueblo de calles empedradas, plazas medievales y casas cubiertas de pizarra local. Desde la disolución de la Abadía de Furness, en 1537, Hawkshead creció como una ciudad especializada en el comercio de lana y se convirtió en una villa importante.
Está muy bien conservada y, paseando por sus calles, en las que, con gran acierto, está prohibida la circulación de vehículos, se respira ese aire medieval que le hace a uno retroceder en el tiempo.
Grasmere
A un paseo del lago homónimo, Grasmere es quizá el pueblo más popular de Cumbria, hoy totalmente orientado al turismo, con muchas tiendas de regalos, alojamientos y restaurantes. La mayoría de edificios datan del siglo XIX o principios del XX, aunque las granjas que rodean esta apacible localidad son más antiguas.
Keswick
Situada en un entorno idílico, la concurrida ciudad de Keswick está bien surtida de bares, cafés y restaurantes donde reponerse, especialmente en Market Square, donde me decanté por una generosa ración de fish and chips, el típico antojo de comida guarra.
Si uno cuenta con suficiente tiempo, merece la pena ascender a Catbells, una montaña situada en la costa occidental de Derwent Water, a 5 km de la ciudad. Tiene la modesta altitud de 451 m, a pesar de lo cual es uno de los picos más populares de la zona, en parte por la impresionante panorámica que se puede contemplar ya desde la ladera.
Coniston
Coniston es un lugar idóneo para caminantes y escaladores. Se encuentra entre el Old Man of Coniston, un notable fell que se alza tras las casas, si uno lo contempla desde el centro del pueblo, y el lago, Coniston Water, el tercero más largo de toda la región, ideal para navegar en canoa, en botes a pedal o en una góndola a vapor.
Una breve caminata hacia el oeste conduce a los restos de las antiguas minas de cobre, que en su día fueron muy rentables y hoy dan fe de la importancia de este mineral en la historia industrial de Cumbria.