La tecnología digital prometía ahorrarnos tiempo, pero hay tareas que resultan más fáciles si se gestionan de forma tradicional. Por eso, muchas personas siguen usando agendas de papel para organizar su día a día, incluso en la era digital. Estas agendas tienen ventajas sobre las digitales.
En el ámbito de la organización personal, la preferencia por un tipo de agenda u otro depende de varios factores. Hay opiniones encontradas al respecto, y el papel sigue siendo el preferido de muchos frente al soporte digital. ¿Por qué? El papel es flexible, ergonómico y rápido, mientras que las opciones digitales aún despiertan desconfianza. Además, escribir a mano ayuda a nuestro cerebro a recordar mejor.
Aun así, las agendas digitales (que hoy son, sobre todo, aplicaciones móviles) también tienen sus virtudes; nos permiten:
- programar recordatorios,
- copiar horarios repetitivos con facilidad,
- anotar asuntos más allá del año en curso,
- sincronizar la información en varios dispositivos,
- compartir eventos con otras personas.
Como he estudiado a fondo la práctica de la gestión de información personal, he podido colaborar en el reportaje de Thaïs Gutiérrez «Any nou, agenda (de paper) nova», que hoy publica el diario Ara. El artículo analiza este dilema tan actual, ahora que empieza el año y muchas personas renuevan su agenda.