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Baviera en agosto: un paréntesis perfecto

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Más allá de las típicas imágenes de lederhosen y del Oktoberfest, Baviera se presenta como una región polifacética. Con la majestuosidad de los Alpes, el encanto de sus pueblos medievales y la vibrante cultura de sus ciudades, el sur de Alemania ofrece un abanico de experiencias que van más allá de los clichés.

Tras participar en la European Summer School on Information Science (ESSIS 2024) en Villach, Austria, decidí aprovechar la cercanía con Alemania para explorar esta fascinante región.

Múnich y Augsburgo: dos caras de la Baviera histórica

La primera parada fue Múnich, la capital bávara, que recibe al visitante con una energía contagiosa. Marienplatz, presidida por el imponente Nuevo Ayuntamiento y su famoso carrillón, es una visita obligada, especialmente a las horas en que el glockenspiel hipnotiza a las multitudes con una escena teatral que sigue fascinando tras más de un siglo.

Pero Múnich es más que su plaza central. La historia se siente en cada rincón, desde la atmósfera festiva del Hofbräuhaus, una cervecería de tres plantas que data del siglo XVI, hasta la majestuosidad gótica de la Frauenkirche, donde la monumental tercera sinfonía de Bruckner resonó en mis oídos durante un concierto de órgano. El Viktualienmarkt, un mercado palpitante y lleno de vida, ofrece toda clase de delicias culinarias, mientras que la playa fluvial del río Isar invita a la relajación y muestra el lado más despreocupado de la ciudad, donde los muniqueses disfrutan del sol y del agua en pleno centro urbano.

Como contrapunto, Augsburgo ofrece una experiencia más tranquila e impregnada de historia imperial. Un paseo por las calles donde vivió Leopold Mozart, padre del genio musical, transporta al visitante al pasado. El Fuggerei, un complejo de viviendas sociales del siglo XVI que aún sigue habitado, es un testimonio único de la filantropía de la época, mientras que la Catedral de Augsburgo deslumbra con la belleza de sus vitrales. La ciudad también muestra su lado moderno con una animada vida nocturna, con acogedores bares y cervecerías donde se puede degustar la gastronomía local.

Munich: Marienplatz, un minuto antes de las 12:00, cientos de personas con el cuello en tensión
Munich: Marienplatz, un minuto antes de las 12:00, cientos de personas con el cuello en tensión
La imponente Fürstbischöfliche Residenz, en Augsburgo, reflejo del pasado histórico de la ciudad
La imponente Fürstbischöfliche Residenz, en Augsburgo, reflejo del pasado histórico de la ciudad

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Núremberg: un viaje a la Edad Media

Siguiendo la ruta hacia el norte, Núremberg emerge como una ciudad que fusiona a la perfección su legado medieval con la modernidad. El imponente Castillo Imperial, que se eleva sobre la ciudad y brinda vistas panorámicas, es un recordatorio de su glorioso pasado. Perderse por las calles adoquinadas del casco antiguo, flanqueadas por pintorescas casas de entramado de madera, es todo un viaje en el tiempo.

Para disfrutar de las vistas más emblemáticas de Núremberg, hay que recorrer sus puentes sobre el río Pegnitz. Desde el Museumsbrücke se puede apreciar una perspectiva única del Heilig-Geist-Spital, un hospital medieval que parece flotar sobre el agua. A pocos pasos, el Puente del Verdugo (Henkersteg) enmarca la Weinstadel, una antigua bodega de vino con entramado de madera, que ofrece una postal inolvidable. Y, por supuesto, ninguna visita a Núremberg estaría completa sin degustar sus famosas salchichas, una auténtica delicia culinaria que conquista cualquier paladar.

El histórico Heilig-Geist-Spital reflejado en el río Pegnitz, una de las vistas emblemáticas de Núremberg
El histórico Heilig-Geist-Spital reflejado en el río Pegnitz, una de las vistas emblemáticas de Núremberg

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Ratisbona, Dachau y Gunzburgo: historia y memoria

A orillas del Danubio, se encuentra Ratisbona, una ciudad que parece sacada de un cuento de hadas. Su casco antiguo, Patrimonio de la UNESCO, transporta a la época medieval con sus edificios históricos, callejones laberínticos y la imponente Catedral de San Pedro. Cruzar el Puente de Piedra, una joya arquitectónica del siglo XII, es adentrarse en la historia mientras se disfruta de vistas panorámicas del río.

La historia, con sus luces y sombras, también tiene un lugar destacado en Baviera. En Dachau, la visita al antiguo campo de concentración, un recordatorio conmovedor de un pasado oscuro, invita a reflexionar sobre la fragilidad humana. En contraste, el casco antiguo de Dachau, con sus calles adoquinadas, y el tranquilo Hofgarten, ofrecen un espacio para la contemplación y la esperanza.

Un desvío improvisado me llevó a descubrir la encantadora localidad de Gunzburgo, un pequeño pueblo que respira un ambiente relajado. Sus pintorescas casas con entramado de madera y sus calles tranquilas invitan a disfrutar del auténtico encanto bávaro, lejos del bullicio de las grandes ciudades.

La colorida plaza del mercado de Gunzburgo
La colorida plaza del mercado de Gunzburgo

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Ulm y Wurzburgo: entre torres y ríos

Para cerrar el viaje, la ruta conecta dos ciudades que, aunque geográficamente distantes dentro del mapa bávaro, comparten un alma definida por el diálogo entre el agua y las alturas.

Ulm, situada en la frontera con Baden-Wurtemberg, es la primera de ellas. Su perfil es inconfundible gracias a la torre de su Iglesia mayor de Ulm (Ulmer Münster), que ostenta el título de ser la torre de iglesia más alta del mundo. Desde sus alturas se domina el horizonte y el curso serpenteante del Danubio. A sus pies, el barrio de Fischerviertel ofrece un laberinto de canales donde destaca la Schiefes Haus, un edificio inclinado que desafía la gravedad sobre el río Blau. Es aquí donde el viajero puede relajarse en sus tabernas para probar las Maultaschen y recordar que, aunque solo vivió aquí unos meses, esta fue la cuna de Albert Einstein.

Al norte de la región, en plena Franconia, Wurzburgo (Würzburg) ofrece la contrapartida barroca perfecta a la verticalidad gótica de Ulm. Aquí el protagonista fluvial es el río Meno (Main). La vida social de la ciudad se concentra en el Alte Mainbrücke (Puente Viejo). Al pasear entre sus estatuas de piedra con la fortaleza de fondo, la estampa y el ambiente animado evocan inevitablemente al Puente de Carlos de Praga, lo que lo convierte en una especie de hermano gemelo en tierras alemanas. Eso sí, aquí la costumbre dicta cumplir con el Brückenschoppen: disfrutar de una copa de vino blanco de la región de pie sobre el puente, con vistas a los viñedos.

Wurzburgo no compite en altura con una sola torre, sino que impresiona con la majestuosidad de la Fortaleza Marienberg, que vigila la ciudad desde la colina, y con la opulencia de la Residencia de Wurzburgo. Este espectacular palacio, famoso por su monumental escalera y sus frescos, rivaliza directamente con Versalles en grandiosidad. Entre la elegancia de sus jardines y el ambiente universitario que respira la ciudad, Wurzburgo pone el broche de oro a un recorrido por una Baviera que es más diversa de lo que cuentan las postales.

Vista panorámica de Wurzburgo y el Alte Mainbrücke al atardecer
Vista panorámica de Wurzburgo y el Alte Mainbrücke al atardecer

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