La ocasión de asistir al cresc 2020, el festival bienal de música actual de Frankfurt, para ver en directo a Enno Poppe, ha sido una buena oportunidad para conocer Frankfurt, Heidelberg, Darmstadt y Mannheim, cuatro carismáticas ciudades conectadas por la Main-Neckar-Eisenbahn, una de las vías férreas más antiguas de Alemania.
Frankfurt
A simple vista, Frankfurt puede parecer una ciudad fría e institucional por su apariencia empresarial, pero en realidad esconde una enorme oferta cultural, culinaria y comercial.
Es la única ciudad alemana con un paisaje urbano de rascacielos y edificios de gran altura. Su arquitectura es el resultado de los bombardeos de la 2ª Guerra Mundial, que dieron más libertad para experimentar con nuevos estilos. También influyó el interés de los inversores, que especulaban con que esta fuese la capital de la parte americana de Alemania.
Para descubrir la ciudad, lo mejor es alejarse del imponente distrito financiero, el Bankenviertel, y recorrer el centro de la ciudad, peatonal en su mayor parte. Allí se encuentran muchos de los lugares de interés.
La esencia de Frankfurt también se encuentra en las zonas verdes junto al río Meno, donde se puede pasear con los vecinos y visitar la Museumsufer, la Orilla de los Museos, una de las zonas museísticas más importantes de Europa. A ambas riberas del Meno hay quince museos de primer nivel.
Heidelberg
Famosa por su barroco centro histórico, el palacio y la universidad más antigua del país, Heidelberg es una de las ciudades más bonitas del estado de Baden-Wurtemberg.
Su hermoso entorno junto al río Neckar y su evocador castillo en ruinas en la cima de una colina ofrecen una postal perfecta desde cualquier ángulo. No es de extrañar que William Turner se inspirase en estas vistas para pintar algunos de sus mejores paisajes. Ni tampoco que esta pequeña ciudad atraiga cada año a 12 millones de visitantes.
El paisaje urbano del Altstadt destaca por la notable unidad arquitectónica de los techos rojizos. Tras haber sido casi destruido por las tropas francesas bajo Luis XIV (1690), el casco antiguo se reconstruyó durante el siglo XVIII y, a diferencia de muchas ciudades alemanas, salió ileso de la Segunda Guerra Mundial.
Darmstadt
En muchos sentidos, Darmstadt es una ciudad alemana típica, con su cerveza local, su teatro de ópera, sus parques, sus museos y su red de tranvías. Tras ser devastada por la 2ª Guerra Mundial, se reconstruyó lentamente y sucedió algo notable.
Para regenerar la vida cultural de la ciudad, se creó un instituto para la música contemporánea, que desde 1946 organiza los Cursos de Verano de Darmstadt. Estos cursos nacieron con la intención de «desnazificar» a los músicos alemanes presentándoles la música moderna prohibida por Hitler. Pronto se convirtieron en un lugar de encuentro para los compositores vanguardistas y hoy son muy importantes para la creación musical.
Además de esta curiosidad histórica, Darmstadt tiene otros atractivos: el moderno centro de congresos Darmstadtium, el Staatstheater Darmstadt y numerosos parques y jardines.
Una de las atracciones más conocidas es el conjunto arquitectónico de Mathildenhöhe, una colonia de artistas que surgió en torno a 1900 como reacción a la industrialización.
Paseando por la comercial Wilhelminenstraße, en el centro de la ciudad, se llega a la iglesia de St. Ludwig, inspirada en el Panteón de Roma. Su espacio interior está decorado con unos llamativos tonos anaranjados y azules.
Para los amantes de la arquitectura moderna, una visita obligada es el Waldspirale, un espectacular complejo residencial construido entre 1998 y 2000 según los planes de Friedensreich Hundertwasser.
Mannheim
Situado junto a la confluencia de los ríos Rin y Neckar, Mannheim destaca por su oferta cultural y comercial en el concurrido centro de la ciudad, y también por un emblemático palacio: el Barockschloss Mannheim.
Rodea la ciudad un buen conjunto de fábricas y plantas de industria pesada (automotriz, química, farmacéutica, ingeniería, maquinaria agrícola y de construcción). No ofrecen, pues, el lado más bonito de Alemania, pero son un recordatorio de los impulsores de la economía del país.
Aquí surgieron precisamente dos importantes innovaciones en materia de transporte: Karl Drais creó en 1817 la primera bicicleta del mundo y Karl Benz construyó en 1885 el primer automóvil propulsado por un motor de combustión interna.