El otoño, que ha sido cálido y larguísimo, invitaba a disfrutar de un verdadero frío invernal. Y eso hemos hecho: hemos viajado a Ankara a cobijarnos del riguroso frío invernal de la meseta de Anatolia en el calor de la familia.
La capital turca es una animada metrópolis que ha adquirido un aire moderno de sofisticación. Aunque no se puede equiparar a Estambul, salvo por su vibrante vida callejera, cuenta con suficientes atractivos que aseguran grandes dosis de asombro y diversión:
- Pirinç Han, un antiguo caravasar que hoy hospeda anticuarios, cafeterías y talleres de artesanía con una atmósfera muy agradable;
- Samanpazarı, un carismático mercado al aire libre, entre calles empinadas;
- el castillo de Ankara (Ankara Kalesi) y su ciudadela (hisar), bien conservada;
- la mezquita de Hacı Bayram, la más venerada de la ciudad, junto con la de Kocatepe;
- el barrio de Kavaklıdere, epicentro de la vida social angorina, con una oferta inacabable de bares y restaurantes;
- Anıt Kabir, el monumental mausoleo de Mustafa Kemal Atatürk.
Del corazón de Anatolia a la región del mar Negro
Turquía ofrece una rica y variada gastronomía que fusiona lo mejor de Oriente y Occidente e invita a deleitar el paladar. Pero no solo eso. También invita a alimentar el espíritu y a explorar lugares fascinantes que muestran la diversidad y la belleza de esta tierra. Y lo mejor es que muchos de ellos se pueden visitar desde su capital.
Entre esos lugares, destacan las montañas de Ilgaz, donde el invierno se muestra en todo su esplendor y la nieve cubre los picos y los bosques. Allí se puede disfrutar de la naturaleza y de la adrenalina de caminar por un paisaje de postal.
También es imprescindible el pueblo costero de Amasra, situado en una pintoresca península bañada por el mar Negro. Sus casas de madera, su castillo medieval, su puerto pesquero y sus atardeceres de ensueño cautivan a cualquiera.
Los lagos de Abant y Gölcük, por su parte, son dos oasis de paz y belleza natural en medio de los bosques. Estos lagos albergan numerosas especies de aves, peces y plantas, y ofrecen unas vistas espectaculares. Sus orillas animan a pasear a pie y a respirar el aire puro y fresco de la montaña.
Otra visita interesante es Beypazarı, una localidad minera de plata otomana, que conserva su arquitectura tradicional y su ambiente rural. Allí se puede admirar el arte de los plateros, que elaboran joyas y objetos de gran valor, y también el de los reposteros, que hacen unas deliciosas galletas de mantequilla.
Por último, es recomendable hacer una parada en Kızılcahamam, una tranquila ciudad balnearia, famosa por sus aguas termales y su parque nacional, un entorno verde y sereno que invita a relajar el cuerpo y la mente.