Sicilia es el escenario de la veintena de títulos protagonizados por el comisario Montalbano, en los que la bella Palermo, aunque apenas mencionada, está siempre presente y se desvela con un característico choque de contrastes.
En Sicilia la vida se hace en la calle. Muchas tiendas tienen sus paradas en el exterior. Las carnes, los pescados, las frutas y las verduras están dispuestas como en un bodegón, y los vendedores se dejan la voz propagando las excelencias de sus productos para atraer a la clientela.
Palermo
Las calles desaliñadas de Palermo, destartaladas, desordenadas y decadentes, tienen un algo encantador. Perderse por ellas es un auténtico viaje a la Italia profunda.
Ir por la tarde al Mercado del Capo es un placer que pocos conocen. Este mercado callejero, más auténtico que el de la Vucciria, abre todos los días y organiza aperitivos de jueves a sábado a partir de las 18:00. Los vendedores de los puestos preparan mesas rústicas, y sirven bebida fresca y comida deliciosa recién sacada de la parrilla.
En el Palacio de los Normandos hay una de las obras de arte más impresionantes y complejas de Italia: la Capilla Palatina. Tiene un atractivo único, aunque por falta de tiempo no llegué a visitarla por dentro. Ni creo que vaya a hacerlo ya, pues Palermo no es una ciudad que pondría en la lista de destinos a repetir.
Los alrededores
En torno a Palermo hay algunos lugares de interés. Monreale, en las laderas del Monte Caputo, es un pueblo residencial que cumple todos los estereotipos de pueblo italiano: casitas de colores con persianas verdes, gente paseando en bicicleta, pizzerías en todas las esquinas...
La catedral, construida allí por «capricho» de Guillermo II y conocida también como Duomo di Monreale, es uno de los mayores logros del arte normando y uno de los monumentos más visitados de Sicilia.
En el extremo noroeste de la Conca d'Oro, el Monte Gallo, un macizo formado en tiempos prehistóricos, hoy una reserva natural bien conservada, separa dos antiguas aldeas de pescadores: Mondello y Sferracavallo.
El pequeño municipio costero de Mondello, en una ensenada al pie del Monte Pellegrino, es un punto de ocio y escape del ajetreo de la ciudad. Tiene especial encanto su playa, un tramo largo de arena fina dominado por un pabellón modernista al final de un muelle.
Sferracavallo, por su parte, es bien conocida por los restaurantes junto al mar que sirven un pescado fresco excelente, como cabe esperar de un buen pueblo de pescadores.