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Nueva visita a la vieja Lisboa

Hay ciudades que uno no se cansa de visitar. Una de ellas es Lisboa. Asentada sobre siete colinas con vistas al río Tajo, sus encantos se pueden contemplar desde lo alto, donde la panorámica invita a bajar a los barrios antiguos y a descubrirlos junto al traqueteo de los tranvías amarillos que recorren las angostas calles empedradas.

¡Era hora de volver! Esta vez he ido con tiempo de sobras para desconectar y reconectar, mientras fortalecía las piernas subiendo y bajando cuestas. Pero viajar a Lisboa no implica solo visitar los mil rincones de la capital lusa.

En los alrededores hay una gran variedad de atractivos, que casi parecen construidos a propósito para disfrutar retratándolos: pueblos marineros que mantienen el señorío de otras épocas, como Cascais o Estoril, paisajes de costa, como los espectaculares acantilados de la Boca do Inferno, y exuberantes paisajes de montaña, como los de la Sierra de Sintra, con monumentos y jardines entre los que destaca el imponente y colorido Palacio da Pena.

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