¿Qué ocurre en nuestro cerebro cuando leemos una noticia? ¿Y si esa noticia no la ha escrito un periodista, sino una inteligencia artificial (IA)? Estas son las preguntas que, junto a mis colegas Vicente Villalba, Carlos Lopezosa, Lydia Sánchez y Caterina Calderón, hemos querido responder en un reciente estudio.
Nuestro trabajo acaba de publicarse en la Revista de Comunicación, una de las publicaciones científicas de mayor impacto en el área de estudios culturales (Q1 en Scopus), bajo el título «Consumo de noticias generadas por IA: impacto emocional y atencional en estudiantes universitarios». En él queríamos ir más allá de las encuestas y medir la reacción real e inconsciente de las personas.
Para ello, reunimos a un grupo de estudiantes y monitorizamos su actividad electrodérmica para medir su respuesta emocional y atencional de forma objetiva y sin sesgos. Les presentamos dos tipos de noticias: unas reales y otras creadas por IA (con GPT-4 y Midjourney 6), sin que supieran nunca cuál era cuál.
El resultado principal fue tan claro como preocupante: las noticias generadas por IA provocaron una respuesta emocional significativamente más intensa que las periodísticas.
Este hallazgo es relevante. Sabemos que las emociones son el gran motor de la viralización en redes sociales. Un contenido que nos impacta emocionalmente es más propenso a ser compartido, a menudo sin una verificación rigurosa, lo que lo convierte en el combustible perfecto para la desinformación.
Además, nuestro estudio detectó que esta mayor reactividad emocional ante el contenido artificial era especialmente pronunciada en los participantes con un mayor nivel de adicción a Internet, lo que sitúa a este grupo en una posición más vulnerable y refuerza la idea de que la exposición frecuente no protege contra la desinformación.
Nuestros datos ofrecen una evidencia novedosa sobre el poder emocional de la IA y subrayan la urgencia de fortalecer la alfabetización mediática y el pensamiento crítico. En la era digital, aprender a discernir y gestionar nuestras propias reacciones emocionales ante la información es, más que nunca, una herramienta de defensa indispensable.