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Un día en Montenegro

La vecindad de Croacia con Montenegro y Eslovenia era una tentación demasiado grande como para resistirme a visitar estos dos cautivadores países tras mi reciente semana de docencia en la Universidad de Dubrovnik.

Un trayecto en ferry por la bahía de Kótor ha marcado mis primeros pasos por Montenegro, un pequeño país cuyo nombre, por cierto, hace referencia al color oscuro de sus abruptas montañas (los Alpes Dináricos) debido a la frondosidad de los bosques que las cubren.

Montenegro

Budva

La ciudad costera de Budva es la segunda urbe más poblada de la República de Montenegro y, según testimonios escritos del siglo V a.C., una de las ciudades más antiguas del Mediterráneo.

Budva es, en cierto modo, la Benidorm de Montenegro, pero también tiene un casco antiguo muy coqueto y muchos rincones y playas con encanto. El paseo marítimo está repleto de restaurantes carismáticos, no sólo por su recargada decoración, sino también por la fauna que los regenta: camareros de avanzada edad que más bien parecen ex jefes de la mafia.

Aunque el pasado medieval de Budva no está tan bien conservado como el de Kótor, merece igualmente la pena dar un paseo por los adoquines y callejones de su casco antiguo, que aguarda mil y un rincones curiosos.

Budva es uno de los asentamientos más antiguos y carismáticos de la costa adriática, pero la expansión caótica de la ciudad, fruto de la presión del mercado inmobiliario y de una lamentable falta de planificación urbana, han derivado en unas infraestructuras inadecuadas y en unos contrastes de dudoso gusto entre lo viejo y lo nuevo.

Budva Budva

Kótor

Encerrada en una espectacular muralla, perfectamente conservada, y rodeada por un imponente foso, la ciudad de Kótor, antigua capital del reino de Montenegro, es una verdadera joya, con calles de mármol, palacios y edificios de piedra con tejados rojos.

El Museo Marítimo de Kótor, en el palacio de la noble familia Grgurina, es un espacio esencial para comprender cómo se formó en la Bahía de Kótor una auténtica cuna de navegantes, marineros y capitanes.

La personalidad de Kótor no está solo en los edificios emblemáticos, sino también en las ventanas de las viviendas o en un simple tendedero, aunque, al ser esta ciudad una zona de paso habitual de cruceros, es habitual que los enormes barcos, casi más grandes que todo el núcleo urbano, afeen el paisaje.

Kótor

Perast

Gospa od Škrpjela (Nuestra Señora de las Rocas) es una pequeña isla artificial formada a partir de rocas y restos de viejos barcos hundidos trasportados por la gente. Una tradición conocida como Felsenwerfens consiste en que cada 22 de julio se conmemore la construcción de la isla arrojando piedras al mar, lo que hace que la superficie de la isla vaya aumentando poco a poco... Entretanto, en este lugar vendido al turismo y a la urbanización desmedida, la montaña va menguando a pasos agigantados.

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