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Asueto primaveral en el Ariège

Francia es un país fascinante que en cada región esconde un pueblo con encanto. Muestra de ello es el valle del Ariège, una zona montañosa de paisajes suntuosos, pueblos medievales y castillos cátaros. Años atrás la crucé de camino a la majestuosa Reserva Natural del Néouvielle, un paraíso para los amantes de la alta montaña. Este año me ha apetecido detenerme aquí, como parece haberse detenido el tiempo en esta comarca, para recorrerla con calma y disfrutar del contacto con una naturaleza que se ha conservado intacta y salvaje.

El pasado cátaro: Foix, Mirepoix y Tarascon-sur-Ariège

Foix

Capital del departamento del Ariège, Foix se asienta en la curva en que confluyen los ríos Ariège y Arget. Es un lugar privilegiado que llama la atención por las tres torres de su imponente castillo, erigido sobre un majestuoso promontorio en el centro del casco antiguo. Aunque la fortaleza goza de un protagonismo indiscutible, sumergirse en las callejuelas comerciales del centro medieval promete una experiencia muy agradable.

Mirepoix

En esta coqueta villa occitana, de pasado cátaro y casas medievales de madera, parece que nos encontramos en el escenario de una película de mosqueteros. Su principal atractivo es la plaza Maréchal Leclerc, conocida por todos como «la plaza porticada». Bajo las coloridas casas de estilo pastel, se extienden las galerías de madera más amplias de Francia, con 6,5 m de profundidad. Fueron construidas para facilitar el tránsito de los carruajes, y hoy albergan comercios y cafés con terrazas.

Tarascon-sur-Ariège

Esta localidad se encuentra encajada en un cruce entre valles. Precisamente por su ubicación privilegiada, en tiempos pretéritos fue una ciudad destacada. Hoy conserva un importante patrimonio medieval en un entorno ciertamente bello, ideal para practicar senderismo.

El monumento más característico es la Tour du Castella, con un gran reloj redondo en la fachada; es cuanto queda del castillo de Tarascon, derribado hace tiempo. Se encuentra sobre una pequeña colina, la única que perturba la perfecta llanura de este pueblo junto al río, desde la que se divisa una panorámica magnífica. Las calles, por su parte, revelan ese encanto pintoresco y decadente de los pueblos franceses.

Foix
Foix
Mirepoix
Mirepoix

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A orillas del Ariège: Ax-les-Thermes y Pamiers

Ax-les-Thermes

Famosa por sus aguas termales, esta localidad ofrece bienestar y salud en su centro termolúdico de Les Bains du Couloubret, inspirado en la antigua Roma. También tiene un rico patrimonio histórico, con su castillo del siglo XII, su iglesia gótica y su casino de estilo Belle Époque.

Por la noche, Ax-les-Thermes se transforma en un lugar animado y divertido, donde se puede disfrutar de un ambiente acogedor y variado. Hay bares, pubs y cafés con música en vivo. También hay una amplia oferta gastronómica, que va desde la cocina tradicional francesa hasta la italiana, la china o la española.

Pamiers

Varios canales rodean desde la época medieval el centro histórico de esta ciudad, importante cruce de comunicaciones terrestres, que cuenta con dos monumentos con vertigionsas fachadas: la catedral de San Antolín y la iglesia Notre-Dame-du-Camp, representativas de la arquitectura medieval típica de la región.

Entre los personajes ilustres que nacieron en Pamiers se encuentra el compositor Gabriel Fauré, cuya casa natal, en la calle de Gabriel Péri, luce una placa conmemorativa. Otra figura relevante fue el filósofo Pierre Bayle, cuyo pensamiento influyó en la Ilustración y el racionalismo. Su estatua preside la plaza que lleva su nombre, frente al ayuntamiento.

Ax-les-Thermes
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El arte románico: Saint-Girons y Saint-Lizier

Saint-Girons

Situado en el cruce de los valles de la región de Courserans, este pueblo de montaña extiende sus calles pintorescas a ambos lados de dos caudalosos ríos, el Salat y el Lez, que confluyen en su centro. Saint-Girons quizá carece de una gran historia, pero ofrece agradables paseos y una bella estampa junto al río Salat con la iglesia al fondo.

Saint-Lizier

Vecina de Saint-Girons, esta ciudad cargada de historia atesora un patrimonio importante que atestigua su rico pasado. Bien merecen una visita sus dos catedrales, ambas ejemplos del arte románico que se desarrolló entre los siglos XI y XIII en Europa. Notre-Dame de la Sède, en el complejo del Palacio de los Obispos, destaca por su ábside semicircular decorado con pinturas murales y su campanario octogonal. La iglesia parroquial, con su claustro, conserva una de las joyas del románico catalán: el friso de la vida de Cristo, tallado en mármol y con escenas del Antiguo y Nuevo Testamento. Además de las catedrales, también se puede visitar la farmacia del Hôtel-Dieu, una botica de 1764 perfectamente conservada.

Saint-Girons
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