Cada acción que hacemos en Internet y en los medios sociales deja un rastro sobre nosotros. Es una huella pública y permanente, como un tatuaje, que obliga a revisar qué transmite ese rastro, ya que pone en juego la reputación digital. Por lo tanto, conviene diferenciar qué información podemos hacer pública y cuál nos conviene mantener en privado.
Dado que la movilidad laboral ha aumentado, vale la pena orientar la identidad digital hacia el propio perfil profesional. Conviene tener una identidad creada y actualizada que a cada cual le permita diferenciarse del resto y le ayude a vender aquello que puede ofrecer.
Tener una marca personal bien situada y valorada favorece el éxito en situaciones en que uno quiere ser escogido entre muchas opciones. En el mercado laboral actual, tan competitivo y cambiante, el viejo concepto de carrera profesional ha perdido vigencia.
Para destacar, ahora conviene desarrollar una buena marca personal: uno debe identificar aquello que lo hace valioso, útil y fiable, y debe saber comunicarlo, para que lo perciban como el profesional con quien vale la pena trabajar. Este es, de hecho, el objetivo final de cualquier marca: que los demás la escojan porque la consideran la mejor opción.
Los profesionales podemos dejar de ser mercancías y convertirnos en nuestra propia marca. Posicionarse como referente en un sector implica tener unos objetivos, decidir en qué entorno profesional se quiere destacar y definir cómo diferenciarse.
El posicionamiento no es fácil ni inmediato; requiere un trabajo constante para hacerse visible, generar confianza y demostrar la medida en que uno puede ser útil. Pero si se siguen unos consejos sencillos y se invierte el tiempo necesario, uno puede posicionarse como un referente en el sector que haya escogido.
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